El futuro es el basurero del presente

El Diario Vasco. Entrevista realizada por Julián Méndez, 05/01/2011


La revista a ‘Le Nouvel Observateur’ incluyó en 2004 al catedrático de Filosofía Daniel Innerarity (Bilbao, 1959) en la lista de los 25 grandes pensadores del mundo. Esa es su tarea, observar lo que sucede y discurrir sobre ello. Innerarity (el apellido es herencia escocesa) trata luego de trazar los rumbos por donde se moverá el mundo y los ciudadanos que lo habitan. A ello se dedica en Zarikiegi, en las afueras de Pamplona, un pueblito con impresionantes vistas sobre el Pirineo y al que llaman Siberia, por lo extremo de sus temperaturas en invierno. Allí habita el filósofo, siempre bien pertrechado de tiempo y leña para mantener viva la brasa de la razón.

 

– Para hablar de futuro, siempre es bueno mirar atrás. ¿Cuál cree que puede ser la imagen que resume este convulso 2010?


– Optaría por una que reflejara la lucha de Obama contra los vertidos tóxicos de BP en el Golfo de México. Simboliza el gran campo de batalla de 2010 y, me atrevo a aventurar, de los próximos años: vuelve la política como instancia que se encarga de arreglar los fracasos de determinadas tecnologías, como estas de la industria del petróleo o como los productos financieros, cuyo fracaso está en el origen de la crisis económica. No estamos rodeados de técnicas exitosas que harían superflua a la política, sino de muchas tecnologías fracasadas cuya reparación requiere decisiones políticas, en el terreno medioambiental, financiero…


– ¿Así que vuelve la política?


– Sí, pero no bajo su forma tradicional sino con exigencias renovadas de transformación. La política que requiere una sociedad de riesgos globales debe ser más inteligente y cooperativa, menos soberana. No vuelve el Estado tradicional con sus atributos soberanos, sino un Estado más capaz de entender que sus intereses están entreverados con otros y que tiene en su seno sociedades civiles más activas.


– ¿Por qué cree que hemos llegado a la actual situación?


– La crisis no es tanto una crisis de los mercados (que no han hecho sino lo esperable cuando se adoptan determinadas decisiones) sino una crisis política, en el sentido de que es una crisis debida a decisiones políticas como la ley de acceso universal al crédito aprobada bajo la administración de Clinton (y que está en el origen de las subprimes), el furor desregulador que ha presidido las pasadas décadas neoliberales y, también, las malas regulaciones. Tan malo como no regular es regular mal. El mundo está unido en lo financiero y en lo comunicativo, pero dramáticamente fragmentado en el plano político. Mientras nuestros sistemas políticos no innoven sus prácticas con la misma inteligencia con la que los mercados financieros inventan nuevos productos, se producirán estos desajustes fatales.


– ¿Cómo cree que se ha comportado Europa en esta crisis?


– Para ser justos, hay que señalar que gracias a la crisis Europa ha realizado en pocos meses unos avances de integración que eran impensables en tiempos de bonanza. Hemos compartido nuestros riesgos económicos de una manera espectacular.


– ¿Qué quedaría por hacer?


– Completar el proyecto del euro con un verdadero gobierno económico en la eurozona. Los mecanismos de gobernanza europea se han revelado como dramática- mente inadecuados. El acoso de los mercados hacia Europa se debe en buena parte a que la crisis ha tocado una zona monetaria cuya integración es frágil, algo que no pasa en Estados Unidos, donde California o Louisiana tienen deudas mayores que las nuestras. Los mercados especulan sobre las divisiones que perciben cuando la gestión intergubernamental es caótica. Hace falta, por tanto, avanzar en la mutualización de los riesgos económicos y completar el sistema monetario con una autoridad económica reconocible.


– Todos los ojos se dirigen hoy a China, una potencia emergente llamada a jugar un papel decisivo en el mundo. Entretanto cala la idea de una Europa en decadencia, anquilosada, sin un rumbo claro. ¿Cree que esto es así?


– En efecto, el mundo se está desoccidentalizando, pero no deberíamos interpretarlo como un ocaso de Europa, que sigue siendo una superpotencia mundial, capaz de ejercer todas las dimensiones del poder: blando y duro. Creo que hay mucho tópico y una mala comprensión de la naturaleza del mundo actual cuando se habla del tamaño de los poderes emergentes como algo clave. Los grandes problemas no exigen mucha población sino, en muchas ocasiones, una capacidad estratégica que, en ocasiones, ejercen mejor los pequeños. Europa tiene un gran papel que realizar en el mundo, pero tenemos que cambiar nuestra manera de concebir los asuntos globales y de intervenir en ellos.

Secretos y Wikileaks


– Otro fenómeno de 2010 ha sido Wikileaks. En un universo dominado por internet ¿queda lugar para el secreto? ¿Cree que como consecuencia de Wikileaks habrá más trabas, más barreras y más controles para los ciudadanos?


– Lo que ha pasado con Wikileaks se inscribe en un proceso de irrupción de las sociedades en la escena internacional gracias a los medios de información y las tecnologías de la comunicación, que han hecho que nuestro mundo esté vigilado públicamente. Y 2010, y gracias a Wikileaks, pasará a la historia como el año en que se ha completado el proceso de modificación de la diplomacia secreta, que debe ser ahora introducida en un espacio de pública discusión.


– ¿Vivimos entonces en un mundo más controlable?


– Creo que no deberíamos dejar- nos seducir por la idea de que es- tamos ante un mundo de información disponible, transparente y sin secretos. De entrada, porque somos conscientes que determinadas negociaciones exitosas no se hubieran producido si hubieran sido retransmitidas en directo. Ahora bien, quien a partir de ahora participe en un pro- ceso diplomático ha de saber que las cosas terminarán por saberse. Por otro lado, tampoco deberíamos exagerar la importancia de la transparencia o de la libre disposición de información. La profusión de información puede, incluso, dificultar el trabajo de supervisión ciudadana. Por eso el trabajo de interpretación que realizan los periodistas no va a ser superfluo en la era de internet sino todo lo contrario. Reordenar el futuro.


– ¿Qué mundo cree que vamos a dejar a nuestros hijos y qué capacidad tenemos de influir en ello? Cala la idea de que el planeta tiene los días contados.


– Las sociedades actuales tienen que llevar a cabo un trabajo con el tiempo. Si quieren asegurar su supervivencia y bienestar, están obligadas a incluir cada vez más el futuro en sus cálculos. Pero son escasos los diseños de ese fu- turo. El futuro tiene malos aboga- dos en el presente y padece una debilidad crónica. El problema de nuestras democracias es que el antagonismo político está absorbido por el presente. Vivimos a costa del futuro, en una completa irresponsabilidad en relación con él. Suelo denunciar que el futuro se ha convertido en el basurero del presente…


– Y donde, como hemos visto, todo vale…


– La crisis financiera ha jugado un papel revelador de la crisis ecológica. La tiranía del corto plazo nos ha hecho desatender los deberes vinculados a la larga duración, tanto en el plano medioambiental como en el ámbito económico…


– La Tierra no aguanta ya estos crecimientos exponenciales…


– Es que el consumo excesivo de los recursos naturales constituye un insulto a las generaciones futuras. Al tiempo, los beneficios excesivos que se obtenían estos últimos años de los productos financieros han reducido a casi nada el tiempo, más bien largo, que debe ser el horizonte de las finanzas. De ahí que la restauración del equilibrio entre el corto y el largo plazo sea la clave para la resolución tanto de la crisis financiera como de nuestros problemas ecológicos.

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